Y el dia se sienta a morir

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El viaje en tren se hizo largo pero la experiencia quedo corta. No es tan terrible como decían ni tampoco tan suave. Se viaja relativamente bien, sobre todo si es de noche y se puede dormir. En las estaciones, como en cualquier lugar de paso, pasa de todo con el agregado de que en India todo es posible.

El ambiente se respira cargado de energía. En la ciudad, tan antigua como misteriosa, se ven caras y personalidades de todo tipo. Lo mismo que en las otras ciudades pero más extremo. Ciudad de muchos habitantes, torpe y en movimiento, con el mismo desorden de transito que en todos lados y el cansino andar rumiante.

Las ensortijadas callejuelas salpicadas de basura y excremento, los ghats y las historias ya conocidas hacen que bajar hasta la vera del Ganges sea una actividad netamente sensorial y perceptiva. Los ojos bien abiertos para no perder detalle. Mutilados y mendigos, lavanderos/as, gente bañándose y cepillándose los dientes, paseos en barco, pescadores, fieles, turistas, niños y vacas, velas, flores y basura, leña y tristeza. La banalidad de la vida cotidiana y lo sagrado, los rituales diarios y el rebusque para sobrevivir. El curso del rio que no cambia y el paisaje ahí, perpetuo como el fuego sagrado. La mañana no es más que la bruma que sobrevuela y la tarde calurosa no da respiro, pero la noche… la noche es de los perros y de las piras que alumbran, incansables.

Ritual, creencia, mantra, rencarnación, karma, mándala, nirvana…El cuerpo se va, pero el alma sigue viva (Eso dicen por acá los que saben).  Para nosotros, los curiosos, alguien se ofrece por unas cuantas rupias a darnos una “clase teórico-práctica” sobre el Hinduismo bajo el reflejo de las llamas, la tierra y el agua.

Solo quien se conecta con la energía del lugar puede entender lo que pasa, el resto somos simples espectadores que no entendemos la simpleza de la muerte pero sobre todo la simpleza de la vida, esa que para unos es una fiesta y para otros una queja. Mientras tanto, la ciudad al igual que el rio están detenidos en el tiempo, como si la vida no transcurriera a la velocidad de las ruedas y las bocinas.

La gente se acerca para morir. No solamente al Ganges y a Varanasi, sino también a la fe, a la religión, a sus familias y a la conexión con la esencia. La tierra y el agua. La energía y el tiempo. Los inquietos, solo venimos a aprender.

Sin temor a sonar demasiado abstracto, la energía y el respeto por la vida son centrales en este relato porque es eso en lo que estuve pensando desde que llegue a Varanasi.

Bajan – Spinetta & Cerati