A prueba y error

El pase de diapositivas requiere JavaScript.

Afortunadamente, esto no es más que el comienzo.

Si bien esta no es la primera vez que paso mi cumpleaños lejos de casa, si es mi debut “festejando” TAN lejos de casa. De hecho, este debe ser unos de los puntos más lejanos geométricamente hablando.

No solamente que desestimo la posibilidad de que esta vez sea menos emotivo sino que tengo el presentimiento de que va a ser aun más de lo que me espero. No soy muy amante de ser anfitrión -como muchos de los que me conocen bien estarán advertidos- sin embargo, innegablemente me hace muy bien saber que hay gente ahí, del otro lado del globo que habla mi mismo idioma, sin referirme literalmente a la circunstancia del lenguaje. Tanta gente que me espera caminando con la cabeza mientras yo sueño con los pies. Es una realidad que aunque separado por kilómetros y kilómetros de océano, me siento muy acompañado y a gusto.

Y un día hace unos días llegué a Kuala Lumpur, que no es más que otra ciudad enorme pero con un encanto especial. Al menos, a mi me atrajo. Aunque hice mi propio tour por los lugares obligados, me anduve perdiendo como siempre en la vida cotidiana. La de la belleza oculta que solo ven los que no participan. Me volví a deleitar con cosas, sensaciones y olores que ya había vivido pero esta vez con un poco de nostalgia porque me atrapo la certeza de que desde ahora y por un tiempo voy a estar lejos de los vegetales de formas y sabores extraños, de los comportamientos culturales absolutamente extravagantes para cualquier cabeza occidental, de ojos achinados y pelo lacio, de diversidad y amor por las raíces, los lugares  y las costumbres.

Y unos días después de los días en KL aterrizo en Sídney con un cielo entoldado, lluvia y frio. Junto con sus calles al estilo ingles y sus autos modernos llego la recarga de yerba y de ilusiones. Así, de un momento para otro. Para mi y para todos. Otra urbe poderosa que resiste gracias a la mano de obra inmigrante. El corazón de la isla/país/continente. Pujanza y prosperidad. Esperanza y deseo.

Ando rodando por el país organizado y prolijo que me imaginaba, el que disfruta de las calles limpias y de la gente extremadamente respetuosa. Acá, donde te saludan con una sonrisa y esperan una de respuesta. Esos lugares, donde compras un paquete de papas fritas y vienen todas enteras, donde no tenes que chupar la tapa de aluminio para comer todo el queso crema y donde los colectiveros no han leído el manual (o a lo mejor han leído otra versión para países primermundistas). Hay cosas que no deberían sorprenderme, lo se, pero teniendo en cuenta donde pase toda mi vida, sazonado con estos últimos meses, es razonable que no lo pueda evitar.

Los teléfonos y la comunicación, siguen mandando. Ahora entiendo con sustento empírico el esfuerzo de tanto libros, diarios y revistas retorciéndose para afirmar que esta es la era de la comunicación. Guerrilleros en jeans y raros peinados nuevos munidos de celulares de última generación comandan las calles.

Se respira tranquilidad y relax, aun en las más agitadas calles del centro. La vida pasa en los parques y los fundamentalistas del contacto virtual cambian su traje de fajina por shorts deportivos a la moda y salen al sol que calienta tibiamente el invierno en este lado del ecuador. El rictus implacable de amargos oficinistas y burocratas muta en la sonrisa de quien hace algo que le apasiona. Se transpira deporte, activamente. No como en otros países que el deporte se ve por tv mientras los labios besan hamburguesas rebalsando grasas saturadas.

Como si fuera novedad, insisto en el concepto tan efímero como real de esta completa incertidumbre que asoma. La indescifrable trama de lo que puede pasar de acá en adelante en mi vida (aunque, como siempre con varios proyectos gestándose y en etapa embrionaria), lo cual me da un poco de vértigo, pero de ese que se disfruta. La sensación de la puerta abierta del avión, antes de tirarse con el paracaídas . Solo sé que ya no soy el mismo.

Además de tener ya 30 años, (un tercio de la vida, según mis compañeras viajeras), tengo también una vida de la cual no solamente no me puedo quejar, sino que le estoy completamente agradecido, como a todos los que cada vez, me hacen sentir un poco mas ahí.

Attaque 77 – Chance

/// Con el video, se pasaron. Me hicieron llorar y reir a la vez! GRACIAS.